Mi vida en el "Juana I de Castilla"... Andrea Bastida.
Mi paso por el IES Juana I de Castilla ha sido una época en la que ha habido una mezcla de sensaciones.
Mi paso por el IES Juana I de Castilla ha sido una época en la que ha habido una mezcla de sensaciones.
Una
empieza el instituto, y como con cualquier
etapa, llegan los cambios; se cambia de
compañeros, de profesores, de ambiente, de hábitos y de estilo de vida y eso es
algo que te cambia para bien (siempre).
De
los cinco años que he estado estudiando en el IES Juana, me llevo muchos
recuerdos y muchos momentos compartidos con los compañeros, los cuales han
pasado a ser muy buenos amigos; y con los profesores, a quienes tomo de
ejemplo, no sólo en cuanto a lo profesional, sino también en cuanto a lo
personal.
Cuando
llegas a primero de la ESO, todo parece
grande e, incluso, intimidante. Todo el
mundo te dice lo mucho que te van a cambiar las cosas, todo lo que vas a tener
que estudiar y todo lo nuevo que te depara el instituto.
Y
no se confundieron, es una etapa de tu vida en la que te ayudan a prepararte,
como estudiante y, por supuesto, como persona; te enseñan a pensar, a actuar, a
tomar decisiones, a decidir quién quieres ser. Y ahí es donde comienzas a
crecer.
A
lo largo de estos cinco años, he coleccionado un montón de recuerdos con los
compañeros. Han sido años de risas, de anécdotas, de historias y momentos
irrepetibles; con todas esas excursiones, talleres y, por supuesto, el viaje a
Londres.
Con
el Juana he colaborado en proyectos de ayuda a las personas que se encontraban
en situaciones desfavorecidas, como es, por ejemplo, la carrera del día de la paz o la semana de
los dulces y a los alumnos este tipo de proyectos nos entusiasma bastante; he
participado también en las actuaciones de fin de curso, en la radio, en las
actuaciones del Día de los Santos y en las del Día del Libro; y con todas ellas
me he llevado buenas experiencias.
En
resumen, han sido unos años en los que he disfrutado con la compañía de mis
compañeros, celebrando el fin de curso con nuestras cenas, compartiendo
momentos de risas, de agobio, de pánico ante los exámenes, pero sobre todo de
buen rollo.
Con cariño,
Andrea Bastida
Mi vida en el "Juana I de Castilla"... María Jesús Maeso.
1998 fue mi primer año en el “insti”.
Recuerdo el primer día, llena de nervios e incertidumbres; todo era nuevo para mí. Tenía 14 años, cuando un día de septiembre, empezaba una nueva etapa en mi vida. Sobre las 9:00 de la mañana nos recibieron a todos los alumnos que iniciábamos 3º de ESO y nos presentaron a nuestros profesores. Ese primer curso fue duro, hubo muchos cambios, tanto en la didáctica de las Matemáticas como en otras tantas asignaturas. Aun así, fue positivo.
Fueron cuatro años de alegrías y tristezas. Recuerdo a varios profesores que me dieron clase, como Sousa, Esperanza, Amalia, Ana, Bernardo, Jesús. También recuerdo a grandes amigos de aquella época, con algunos de los cuales sigo teniendo relación, y especial mención requiere un compañero de 2º de Bachillerato que a día de hoy es mi marido.
Cuatro años maravillosos de mi vida donde fui creciendo y aprendiendo y que me llevaron a conseguir lo que realmente soy hoy.
Mi vida en el "Juana I de Castilla"... Naiara Martínez.
Mi trayectoria como estudiante en el IES Juana I de Castilla, hasta el Bachillerato, por desgracia, no puedo decir que haya sido buena, todo cambió cuando accedí a la Universidad.
Recuerdo que fueron años difíciles porque tenía la obligación de ir a un sitio donde no me sentía bien. Las clases eran muy aburridas, con una metodología tradicional, el profesor era el que enseñaba y los alumnos éramos seres pasivos, sentados en nuestros pupitres, que no teníamos opción de intervenir en la explicación del docente. Además, la disposición de la clase era mediante mesas en hilera, con lo cual no interactuábamos con los compañeros y tendíamos a la pasividad, pocos eran los alumnos que escuchaban.
Otro tema importante a destacar: la evaluación. La nota obtenida en el examen era la calificación final, se hacían pocos trabajos y, además, no eran evaluables. ¿Para qué los hacíamos? Todos pensábamos que era una pérdida de tiempo y de esfuerzo.
La relación con la mayoría de los docentes era nula (no puedo generalizar), ni siquiera sabían nuestros nombres, ¿Cómo es posible que un profesor no sepa el nombre de sus alumnos? Es una pregunta que a día de hoy todavía me sigo haciendo, no lo entiendo, ellos nos exigían sabernos poemas de memoria o relatos de libros (de los que, a día de hoy, no nos acordamos ni del título) y, sin embargo, ellos no eran capaces de aprender nuestros nombres.
Respecto a la relación con los compañeros fue muy gratificante: todo en el patio, claro; en clase, como he comentado antes, no había relación. Muchos de esos compañeros hoy son verdaderos amigos.
En la universidad todo cambió: metodologías activas, incorporación de las Tics, (en el instituto solo se hacían trabajos a ordenador, no había otro uso), trabajos en equipo… Quizás mi disposición también era distinta porque me gustaban las asignaturas, ya que hasta este momento no había recibido materias acordes o relacionadas con mi vocación.
En cuanto a la percepción que tengo de los profesores, me limito hablar de los docentes universitarios (por los motivos anteriores), para mí fueron magníficos, era un placer ver cómo nos impartían las materias con gran entusiasmo y vocación, son profesores motivados por enseñar y aprender.
Quiero destacar que mis padres siempre me apoyaron en el aprendizaje y eso me ayudó mucho.
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