martes, 28 de marzo de 2017

Mi vida en el "Juana I de Castilla"... Rosa María Rodríguez (antigua alumna y madre de alumna)


¡Qué casualidad!, mi hija Irene me pide que haga un resumen, en estas fechas que tengo “a rebosar” el WHATS de los mensajes de mis compañeros de aquella época, porque, a primeros del mes que viene celebramos un encuentro…32 años después de terminar el BUP y COU, como se llamaba entonces.    Todos celebran que este año cumplen 50 años, yo no, mi caso es particular, yo les llevo 5 años de “ventaja”, yo cumplo 55.

Retomé los estudios cinco años después de haber sacado el Graduado Escolar con 14 años; aquel verano quemé los libros en la caldera de la calefacción (entonces de leña) y después de pasar un año “haciendo nada”, quise volver a estudiar con mis amigas, todas en el Insti enfrente de mi casa.  Cuando se lo planteé a mis padres, no lo entendían; en aquella época la mayoría de las chicas dejaban los estudios y se iban a las fábricas del pueblo (Hilaturas y Riera Marsá), me sorprendía que compañeras brillantes no continuaran en el Instituto, solo cuatro o cinco de mi clase, siguieron estudiando y, precisamente, eran amigas mías.

Pasaron otros cuatro años haciendo “poco más que nada”: aprendí el corte y confección (Sé coser, pero, no me gusta, coso lo imprescindible, aunque ya quisiera que mis hijos supieran). Aprendí a escribir a máquina (¡¡¡bendita la hora!!! que es tan necesario en mi trabajo).   Insistí y persistí en que quería estudiar y como todo lo que uno se propone con fuerza, comencé el acertado camino de continuar titulando. Tenía 5 años más que mis compañeros, pero mi energía intacta. Dejé a un lado la vergüenza que sentía de ser tan mayor y rápido me integré en la clase, aunque en los recreos y permisos me iba a casa a ayudar con el negocio familiar. Hice amistades, pocas, pero profundas, recuerdo compañeros que me ayudaron (y, si no, me enfadaba… pobre Carlos Vasco, qué bueno era).  

Y recuerdo a algunos profesores: Victoria de mates, alta, espigada, poco favorecida,…hizo que me enamorara de los números, ecuaciones, derivadas, integrales…   Alucinaba con el número Pi y el infinito. Estudiaba con sus mismas frases, imitando sus particulares gestos con las manos, que envolvían. Después de 5 años sin estudiar, no me acordaba ni de dividir y con ella nunca tuve menos de un notable.

También recuerdo a otra Victoria, a esta la llamábamos Vicky, tan moderna, alegre y sexy,…impresionantes sus minifaldas y su forma tan amena de dar las clases, se pasaba el tiempo volando. Apenas recuerdo la materia que daba,  pero nunca olvidaré su mirada de aceptación, apoyo y ánimo, reflejado en su sonrisa fresca y hermosa; para mí suponía un reconocimiento incondicional y necesario.

¡Qué difícil el Dibujo Técnico!, durante años tuve pesadillas por no haberlo aprobado aún y el profe, Gonzalo, muy joven, en el segundo suspenso, creo que entendió mi incapacidad innata para calcular tres dimensiones y me pasó por imposible y mi urgencia de salir adelante por el camino elegido. Durante los cuatro años de instituto tuve la intuición de que los profes tenían “un acuerdo” de apoyar mi decisión de retomar los estudios.

Es posible que las dos Victorias vengan al encuentro, buena ocasión para darles un abrazo. Mi corazón agradece el apoyo de las profesoras y profesores, sensibles y conscientes de las necesidades individuales del alumnado. Su ayuda nunca es en vano. A mí me cambió la vida.


Este año mi hija pequeña termina el Bachiller y el 4 de febrero ¡¡lo voy a celebrar!!  

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