Yo estudié en el “Juana”. Sí, lo digo con orgullo y
entenderéis por qué.
Recuerdo mi primer año, allá en el instituto “viejo”
con horario de mañana y tarde, ¡impensable hoy en día! Mis recuerdos son vagos,
envidio a los que tienen esa memoria prodigiosa y son capaces de recordar hasta
el más mínimo detalle de sus vidas. Yo no, pero sí tengo en la memoria una
clase enorme, ¿cuántos éramos?, ¿cuarenta? Yo, en primera fila, y la mayoría de
mis conocidos en otras clases. Mi tutor, un profesor de Dibujo, muy majo, pero
que me hizo sudar “tinta china” para poder realizar las láminas; en Historia,
María; en Matemáticas, Miguel Ángel… El siguiente curso, si no me falla la
memoria, lo inicié en el instituto nuevo, hace ahora treinta años. ¡Qué
maravilla no tener clase por la tarde! De este curso me viene a la memoria una
compañera de un pueblo a la que, para preguntar dudas o deberes, tenía que ir a
casa de una tía que tenía teléfono para poder hablar con ella. Qué tiempos
aquellos, sin teléfono, móvil, whatsapp… y con mi primer ordenador al que tenía
que poner CLS para borrar la pantalla o PRINT para que escribiese. En cuanto a
la vida en el aula, cómo no acordarse de la primera vez que estudié Latín,
Informática, Física y Química y Francés. Sí, recuerdo que el Francés era
voluntario, un día a la semana, a última hora, con Carmen, profesora con la que
años más tarde he tenido la oportunidad de trabajar como compañera. Y mi primer
y único suspenso en un examen en todo el Bachillerato, Religión, ¿os lo podéis
creer? ¡Y con el libro delante!
Pero lo que realmente marcó mi vida, personal y
profesionalmente fueron los años de tercero de B.U.P. y C.O.U. Y su causa tiene un
nombre propio María Victoria Debán, Mariví, mi profesora de Matemáticas en
ambos cursos. Yo siempre tuve vocación de profesora, pero fue conocerla y tuve
claro que quería ser profesora de Matemáticas. Ese fue mi objetivo desde
entonces y así se ha cumplido. Sus explicaciones, las mejores; su exigencia, la
máxima. No tengo palabras para agradecer cuánto aprendí de ella. El destino
quiso que coincidiéramos trabajando juntas un trimestre y agradezco esta
oportunidad de poder hacer público estos sentimientos. Nunca se lo he dicho,
quizás por timidez. Ahora, que yo también soy profesora, me doy cuenta de lo
importante que es agradecer a los profesores su trabajo, su dedicación diaria…
qué poco lo he hecho y cuánto les agradezco a cada uno de ellos la educación
que he recibido, no solo en conocimientos, sino en valores, en la forma de
afrontar las situaciones, en su apoyo incondicional… He tenido la suerte de que
mis alumnos, en varias ocasiones, me hayan demostrado su afecto y siento el
deber de hacerlo yo con los que han sido los míos. He querido que sea Mariví el
foco de atención pero de todos ellos (José Luis, Joaquín y Manolo, de Física y
Química; Saturnina, de Geografía e Historia; Carmen y Belinda, de inglés; Carmen, D. Rafael Guerra y Félix,
de Lengua; MªJosé, de Música; Segundo, de Filosofía; Félix y Gregorio, de Biología… ) incluso de aquellos que no
se me viene el nombre a la cabeza, pero sí la imagen, me he llevado un poquito
en mi corazón.
¿Y por qué decía yo que marcó mi vida personal? Ahora
tengo que agradecérselo a Félix, mi profesor de Lengua en C.O.U. y Director del
instituto en esa época, y por supuesto, también a Mariví. Gracias a ellos
conocí al que hoy en día es mi marido. En el verano, después de acabar C.O.U.,
Félix me ofreció dar clases particulares de Matemáticas en el instituto (esa
fue mi primera experiencia como profesora de mate) y allí estaba él, un alumno
de Mariví con la materia suspensa. ¡Vaya historia!
De los compañeros de clase, ¿qué decir? Fueron años
maravillosos, de mucho compañerismo, de muy buena sintonía y de muchas risas.
Yo siempre fui una chica seria y responsable, pero cómo no recordar los viajes
de estudios a Francia y Países Bajos, en C.O.U. y a Andalucía en tercero. Cómo no
recordar las fiestas en la discoteca, la venta de lotería, la subasta de
regalos de los profesores, a mi compañero de mesa de tercero de B.U.P. garabateando mis apuntes, las preguntas de algún compañero poniendo en aprietos
a algún que otro profesor, las bromas de compañeros, los ratos tirados en la
hierba al lado de las pistas de baloncesto, las idas y venidas, en los recreos,
al Colagón, las visitas a la cafetería, los malos ratos saltando el potro, pero
también las risas en el gimnasio… y un montón de anécdotas y experiencias
compartidas.
La vida nos ha ido separando, pero ha querido que
mantenga algunos buenos amigos, pocos, pero muy valiosos. Sin embargo, sé que
podría contar con cualquiera de ellos y eso es lo importante.
Cuando ahora mis alumnos de segundo de bachillerato
dejan el instituto les digo que el equipaje más importante que llevan es el haberse
formado como “personas”, los buenos momentos pasados con sus compañeros y
profesores, pero también sus pequeños fracasos porque forman parte de su
aprendizaje. Les digo que les deseo que, al igual que yo, se lleven de esta
etapa de su vida las ganas de aprender, de ser, y sobre
todo, de vivir.
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