jueves, 23 de febrero de 2017

Mi vida en el "Juana I de Castilla"... Raquel Alonso (antigua alumna)

Yo estudié en el “Juana”. Sí, lo digo con orgullo y entenderéis por qué.
Recuerdo mi primer año, allá en el instituto “viejo” con horario de mañana y tarde, ¡impensable hoy en día! Mis recuerdos son vagos, envidio a los que tienen esa memoria prodigiosa y son capaces de recordar hasta el más mínimo detalle de sus vidas. Yo no, pero sí tengo en la memoria una clase enorme, ¿cuántos éramos?, ¿cuarenta? Yo, en primera fila, y la mayoría de mis conocidos en otras clases. Mi tutor, un profesor de Dibujo, muy majo, pero que me hizo sudar “tinta china” para poder realizar las láminas; en Historia, María; en Matemáticas, Miguel Ángel… El siguiente curso, si no me falla la memoria, lo inicié en el instituto nuevo, hace ahora treinta años. ¡Qué maravilla no tener clase por la tarde! De este curso me viene a la memoria una compañera de un pueblo a la que, para preguntar dudas o deberes, tenía que ir a casa de una tía que tenía teléfono para poder hablar con ella. Qué tiempos aquellos, sin teléfono, móvil, whatsapp… y con mi primer ordenador al que tenía que poner CLS para borrar la pantalla o PRINT para que escribiese. En cuanto a la vida en el aula, cómo no acordarse de la primera vez que estudié Latín, Informática, Física y Química y Francés. Sí, recuerdo que el Francés era voluntario, un día a la semana, a última hora, con Carmen, profesora con la que años más tarde he tenido la oportunidad de trabajar como compañera. Y mi primer y único suspenso en un examen en todo el Bachillerato, Religión, ¿os lo podéis creer? ¡Y con el libro delante!
Pero lo que realmente marcó mi vida, personal y profesionalmente fueron los años de tercero de B.U.P. y C.O.U. Y su causa tiene un nombre propio María Victoria Debán, Mariví, mi profesora de Matemáticas en ambos cursos. Yo siempre tuve vocación de profesora, pero fue conocerla y tuve claro que quería ser profesora de Matemáticas. Ese fue mi objetivo desde entonces y así se ha cumplido. Sus explicaciones, las mejores; su exigencia, la máxima. No tengo palabras para agradecer cuánto aprendí de ella. El destino quiso que coincidiéramos trabajando juntas un trimestre y agradezco esta oportunidad de poder hacer público estos sentimientos. Nunca se lo he dicho, quizás por timidez. Ahora, que yo también soy profesora, me doy cuenta de lo importante que es agradecer a los profesores su trabajo, su dedicación diaria… qué poco lo he hecho y cuánto les agradezco a cada uno de ellos la educación que he recibido, no solo en conocimientos, sino en valores, en la forma de afrontar las situaciones, en su apoyo incondicional… He tenido la suerte de que mis alumnos, en varias ocasiones, me hayan demostrado su afecto y siento el deber de hacerlo yo con los que han sido los míos. He querido que sea Mariví el foco de atención pero de todos ellos (José Luis, Joaquín y Manolo, de Física y Química; Saturnina, de Geografía e Historia; Carmen y Belinda,  de inglés; Carmen, D. Rafael Guerra y Félix, de Lengua; MªJosé, de Música; Segundo, de Filosofía; Félix y Gregorio, de Biología… ) incluso de aquellos  que no se me viene el nombre a la cabeza, pero sí la imagen, me he llevado un poquito en mi corazón.
¿Y por qué decía yo que marcó mi vida personal? Ahora tengo que agradecérselo a Félix, mi profesor de Lengua en C.O.U. y Director del instituto en esa época, y por supuesto, también a Mariví. Gracias a ellos conocí al que hoy en día es mi marido. En el verano, después de acabar C.O.U., Félix me ofreció dar clases particulares de Matemáticas en el instituto (esa fue mi primera experiencia como profesora de mate) y allí estaba él, un alumno de Mariví con la materia suspensa. ¡Vaya historia!
De los compañeros de clase, ¿qué decir? Fueron años maravillosos, de mucho compañerismo, de muy buena sintonía y de muchas risas. Yo siempre fui una chica seria y responsable, pero cómo no recordar los viajes de estudios a Francia y Países Bajos, en C.O.U. y a Andalucía en tercero. Cómo no recordar las fiestas en la discoteca, la venta de lotería, la subasta de regalos de los profesores, a mi compañero de mesa de tercero de B.U.P. garabateando mis apuntes, las preguntas de algún compañero poniendo en aprietos a algún que otro profesor, las bromas de compañeros, los ratos tirados en la hierba al lado de las pistas de baloncesto, las idas y venidas, en los recreos, al Colagón, las visitas a la cafetería, los malos ratos saltando el potro, pero también las risas en el gimnasio… y un montón de anécdotas y experiencias compartidas.
La vida nos ha ido separando, pero ha querido que mantenga algunos buenos amigos, pocos, pero muy valiosos. Sin embargo, sé que podría contar con cualquiera de ellos y eso es lo importante.
Cuando ahora mis alumnos de segundo de bachillerato dejan el instituto les digo que el equipaje más importante que llevan es el haberse formado como “personas”, los buenos momentos pasados con sus compañeros y profesores, pero también sus pequeños fracasos porque forman parte de su aprendizaje. Les digo que les deseo que, al igual que yo, se lleven de esta etapa de su vida las ganas de aprender, de ser, y sobre todo, de vivir.


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