¡¡¡Qué ilusión!!! ¡¡¡Y qué nervios!!! Se acabó el colegio, y de ahí al instituto, que total, estaban al lado
uno de otro, aunque eso suponía pasar de ser los mayores, a ser los más
canijos.
La primera impresión del instituto fue genial: me parecía de los
de las películas, y eso con 14 años me entusiasmaba…"¡qué bobada!", pienso ahora…Tenía una rampa por la que entraban los coches de los profesores y arriba había un estanque pequeñito en el que más de uno se cayó y
se caló hasta las rodillas… A la entrada, en su mostrador, la señora
Claudia y el señor Luis, los conserjes, grandes personas. Tenía una capilla, que nunca llegué a ver abierta, eso sí,
por detrás de ella nos juntábamos un grupo guapo cuando hacíamos pintos. Hice primero y segundo allí, pero sus instalaciones se quedaron pequeñas y obsoletas y se hizo un instituto nuevo...
De nuevo los nervios ¡¡¡¡estrenábamos instituto!!!! Pero, ahora, ya éramos más mayores y ahora estaríamos perdidos todos, ¡cómo
para no perderse! ... con sus dobles escaleras, que ya no sabías si subías por un
lado o bajabas por el otro, o era el mismo… ¡¡¡ay que líooo!!!
Fue el primer año que se implantaba la jornada continua y los que veníamos
en autocar ya no teníamos que ir al comedor del colegio a comer, porque el
comedor del instituto viejo se quitó para hacer mas aulas.
El aula de Dibujo era la que más me gustaba: era grande, espaciosa...Y también recuerdo a mis profesores de Dibujo, Paco y Carlos,
con el que también hicimos nuestros pinitos en la fotografía en un
cuartito habilitado para tal fin, al fondo de uno de los pasillos.
Otra característica era que tenía dos alas separadas por el gran hall
recibidor y que no nos dejaban pasar si no éramos de ese lado: en un ala los
de Bachiller y en la otra los de FP.
También teníamos cafetería, en la que durante el recreo te comías unos
bocatas de panceta calentitos que estaban divinos.
Las aulas eran grandes, con dos puertas: una en cada extremo, lo que en aquellos tiempos también nos llamó mucho la atención. Grandes ventanales luminosos por los que algún parte -de las faltas de asistencia a clase- llegó a salir convertido en avión y volvió a entrar por la ventana de al lado.
Pasé cuatro inolvidables años en este instituto, pues repetí 3º de B.U.P. y C.O.U. Tengo grandes recuerdos de mi paso por el Juana I de Castilla,
profesores, alumnos, vivencias…. Muchas cosas que, poco a poco, vuelven de nuevo a mi mente y me hacen sonreír melancólicamente.
Mi hija también ha pasado por este gran instituto y cuando fui a
reuniones y demás, a pesar de los años y de los cambios en las infraestructuras no lo vi muy diferente, ni muy machacado; según iba
por los pasillos iba recordando dónde estaba cada clase y cada laboratorio…
Ahora mi hijo, que empieza el curso próximo, ha dicho que no le
importa dónde vayan a estudiar sus amigos; él quiere ir al Juana, porque es
donde fueron su hermana y su mamá.
Así que seguiré viendo mi querido instituto unos añitos más.
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